Por Jorge Hernández Fonseca. 17 de Noviembre de 2013
Han comenzado a deslindarse los campos dentro de la oposición política cubana. A pesar de diversa y plural, cierta oposición al castrismo se ha tornado –más que la oposición a una dictadura totalitaria, como era hasta hace muy poco tiempo– en una oposición a ‘ciertas líneas’, ‘determinadas figuras’ y ‘algunas decisiones’, por la presencia y el peso de los “opositores marxistas” que han engrosado la membrecía “opositora” de manera emergente y rampante.
Los pupilos del marxismo, con su carga intelectual y académica –disociados siempre de la práctica social, la que detestan por haberlos rechazado siempre– quieren monopolizar ahora el campo opositor cubano. ¿Dónde estaban estos marxistas durante la guerra civil de los años 60 del siglo pasado, que nos dejó 10 mil fusilados y entre 300 y 400 mil presos políticos? Seguramente eran “milicianos” que engrosaron gustosamente las tropas de la lucha contra “bandidos”, para combatir miles de héroes campesinos que se alzaron en armas a lo largo y ancho de la geografía cubana, para evitar con su lucha que el comunismo triunfara en la isla.
Hay momentos que marcan épocas históricas en el recuento de los pueblos. Hasta hace muy poco tiempo la oposición política cubana –profusa en organizaciones y partidos– mantenía cierta coherencia cuando enjuiciaba otras líneas políticas, también opositoras, pero adversarias en el campo de las organizaciones. Era la época que Miami era considerado unánimemente el núcleo opositor más prestigioso en su compromiso anticastrista y se mantenía el principio de no atacar a otros opositores adversarios, convencidos de que “el único enemigo era el castrismo”. Hoy la oposición marxista abre fuego contra “la derecha de Miami” y los “lacayos del imperio”.
Los “viejos tiempos” acabaron. La decisión de Raúl Castro de encabezar la transición cubana hacia el capitalismo, además de ser de un cinismo sin paralelos, ha multiplicado repentinamente el campo opositor con un grupo destacado de marxistas-capitalistas-oportunistas, que sabiendo del fracaso socialista, estiman que es debido a que “ni Fidel ni Raúl son marxistas de verdad” y quieren implantar en la isla “otro tipo de socialismo”, como si Cuba fuera un tubo de ensayos.
Dicho lo anterior, se entiende que ha llegado el momento de los opositores “ideológicos al castrismo” situarnos en una posición definida de combate de ideas, tanto contra la dictadura que destruyó nuestro país como contra los “nuevos opositores marxistas” que luchan por hacer otros “experimentos de ingeniería social” con la misma ideología fracasada de la dictadura, pero “de otra manera”. Ellos por marxistas nos desprecian y nos consideran “enemigos del pueblo”.
La mayoría de los opositores cubanos habíamos respetado gasta hoy un pacto no escrito de postergar hasta la derrota política de la dictadura (porque la derrota ideológica es un hecho) la lucha pública entre organizaciones opositoras, en la seguridad de que el marxismo era el “enemigo común”. Ya no es así. Los marxistas pretenden capitalizar el campo opositor a sabiendas que los generales de Raúl necesitan de “partidos marionetas” durante la transición al capitalismo de estado y esperan –por ser marxistas– resultar “seleccionados” por la dictadura para iniciar el juego político dentro de Cuba, debido a la imposición que le hará Obama a Raúl.
El reciente encuentro del presidente norteamericano con dos disidentes cubanos –entre los más conocidos del espectro opositor– se ha constituido en fuente de desavenencias, incluso entre los opositores tradicionales al castrismo. Alguno de ellos ha ‘llamando la atención’ para que “nadie se tome el derecho a representar a la oposición cubana”, lo que lejos de colaborar con la solución de nuestro drama, lo que hace es resaltar los puntos que nos separan y refuerza el criterio de los ‘gobiernos amigos’ sobre nuestra incapacidad endémica de consensos.
Gústenos o no –actualmente– la problemática cubana se encamina a la intervención de las potencias extranjeras (de manera no militar) –por ventura del pueblo cubano– presionando al castrismo –envejecido y en franca retirada– para hacer “cierta apertura política” en paralelo con su apertura económica, si es que realmente pretende “hacer negocios” con esas potencias.
El encuentro del presidente Obama con Fariñas y Soler realmente marca un hito histórico en el sendero de los cambios que se producirán dentro de Cuba. Ese encuentro es el atisbo público de un guión acordado previamente entre EUA y Brasil. En efecto, el gobierno izquierdista de Brasil, cuando era encabezado por Lula da Silva, 8 años atrás, se colocó –autorizado por los hermanos Castro– en la posición de intermediario entre EUA y la Cuba castrista, procurando una incorporación “plena” de la isla en el concierto latinoamericano. Para ello, negoció con Obama ofrecer a Cuba una “tabla de salvación económica” que estuviera parcialmente en manos norteamericanas, para darle seguridades. Brasil invertiría más de mil millones de dólares en un Puerto cubano proyectado para el comercio y los negocios directos con Estados Unidos.
La decisión de Obama de recibir dos destacado disidentes cubanos no obedece a una decisión elaborada solamente por Más Santos y el presidente de EUA, es –sobre todo– parte de un plan mayor que implicará una apertura política castrista dentro e la isla, inserido dentro de lo cual estuvo la autorización para viajar y regresar a su país los opositores políticos al castrismo. Cuando Obama dice que “se han notado cambios en Cuba y es necesario rever la política de EUA hacia la isla” hay que ver detrás de esa opinión también –y sobre rodo– un trabajo de coordinaciones del Brasil, interesado doblemente en “entrar” a Cuba con sus negocios, para comerciar desde allí con Estados Unidos, por un lado, y por otro, resolver “el problema cubano”, políticamente significativo para la estrategia izquierdista brasileña en Latinoamérica.
La distención política dentro de la isla –incluso cuando sea inicialmente amañada con organizaciones títeres– resulta, tanto para EUA como para Brasil, en ventajas evidentes. Para EUA representa frenar la entrada de capital español y de terceos países en Cuba, que hasta ahora sustituyen a EUA con sus inversiones. Para Obama representa llevarse el galardón de ser el presidente norteamericano que “resolvió” la situación cubana. Para Brasil representa posicionar una plataforma productiva brasileña dentro e la isla y así comerciar desde esa plataforma los productos brasileños que ahora no puede negociar. Y representa además contar con la Cuba “reformada” como aliada izquierdista en el concierto latinoamericano de naciones.
En este contexto, ¿cuál debe ser el papel de la oposición no marxista en el campo político que se proyecta a corto y mediano plazo, en la seguridad que la oposición marxista de alguna manera va a aprovechar la “oportunidad” para formar parte del “capitalismo de Raúl y sus generales”? es una pregunta que en la actualidad tiene varias respuestas: Una, la acción beligerante, que por medios de todo tipo consiga barrer con la dictadura actual y sus legados. Otra, la continuación de la lucha en el campo de las ideas, con el aprovechamiento de las ventajas que se le consiga arrancar al castrismo durante el proceso de apertura. Una tercera, la conformación de un “Caucus Cubano” en el Congreso de EUA, que presione para una política acorde a los intereses democráticos cubanos no marxistas, entre otras alternativas posibles.
Personalmente no veo como excluyentes las líneas genuinamente opositoras que se han presentado, excepto desde luego la solución marxista de aceptar cierto papel dentro de organizaciones títeres que ayuden al castrismo en sus planes para eternizarse. Creo que hay campo para todas las otras líneas, presionando siempre para que la apertura obligada que el castrismo tendrá que hacer en este futuro inmediato, con vistas a poder entrar en la isla con nuestro mensaje, bien sea personalmente (Martí viajó a Cuba cuando el colonialismo se lo permitió) o a través de Internet y/o de otros medios de prensa (radio y TV opositoras), sumado a aquellos que consigan con sus prédicas que la población cubana salga a las calles de la isla a escenificar un nuevo “Maleconazo” a nivel nacional, para que no cejen en su empeño.
Está llegando la “hora de la verdad” para eliminar el sufrimiento de la Nación cubana, si bien sería de manos de las grandes potencias. De los opositores honestos depende que no sea eternizando el castrismo en el futuro de la Nación cubana. Con el conocimiento de causas y compromisos, nuestro porvenir se escribirá solamente si continuamos luchando, ahora no sólo contra la dictadura que nos oprime, sino además contra la quinta columna marxista que se ha impostado en la oposición, intentando conducir de nuevo la sociedad cubana de regreso al ya derrotado campo marxista, con su carga discriminatoria, oportunista, atea y falta de escrúpulos.