Ciudad de la Habana, Cuba. (PI)- Comer queso es un privilegio en La Habana. En las tiendas se exhibe,
pero ni siquiera quienes reciben remezas del exterior pagan su precio.
En las calles puede conseguirse blanco fresco pero a riesgo, ya que su
comercialización está prohibida.
Cualquier
pueblo pequeño o batey puede ser el comienzo del camino del queso. Allí
encontraremos una muchacha con uno de esos nombres propios de la
generación cubana de los ochenta. La Llamaremos Yunisleidis.
Yunisleidis
sale de madrugada hacia la Carretera Central, le ayuda el marido con la
pesada carga que habitualmente supera las cien libras. Debería
arriesgarse él, pero las mujeres poseen sus artes para vérselas con la
policía y es más fácil que las perdonen cuando las “traban”con la
mercancía.
En la carretera ella alza la mano mostrando un billete de a veinte. Algún chofer le parara y los hay que ya la
conocen. Comenzara un largo viaje hacia la capital. Allí tiene un
refugio, el Punto, como se dice donde proteger rápidamente el
producto.
Luego a vender, que es otro riesgo, porque todo está prohibido
en Cuba y si embargo se hace: Vendemos queso porque en el pueblo no
hay trabajo- nos dice Yunisleidis, quien concluye – y cuando lo hay,
el pago no da ni para los zapatos de los niños.
Su compañera
de aventuras, ya que arriesgarse sola no tiene consuelo, continúa: Nosotras no le hacemos daño a nadie, bastante nos arriesgamos por unos
pocos pesos. Hay que pagar el queso en el monte, pagarle al chofer,
regalar algo en el punto y hasta los que lo compran por cantidad nos
regatean.
Figúrense, son multas de hasta 3000 pesos, nos
dice otra quesera, si reincides pueden llevarte a juicio. Aunque eso
depende del policía, a veces te quitan la mitad y te dejan ir.
Después de una multa ¿qué hacer? Sencillamente volver al riesgo para pagarla y seguir viviendo, mejor dicho sobreviviendo.
Sin
embargo, cuando vamos al origen de esta tragedia, todo parte de
antiguas decisiones, obsoletas después de más de medio siglo de
Revolución.
El campesino es teóricamente el propietario de
sus vacas, pero no puede sacrificarlas y la leche solo vendible al
estado, quien fija el precio. Aclaramos que este ganado es solo una
parte del depauperado rebaño cubano; la otra, mayoritaria, es
enteramente propiedad estatal.
Se supone que las añejadas
decisiones debieron de dar buenos frutos, pero hoy Cuba duplicó la
población de 1959, mientras se redujo a una tercera parte la masa vacuna
de entonces.
El país importa la casi totalidad de los
lácteos que consume, y no ahora, inclusive lo hacía durante los tiempos
de “supuesta bonanza”, cuando existían relaciones privilegiadas con el
desaparecido campo socialista.
Pero con las licencias de
trabajos por cuenta propia, la capital se ha llenado de pequeñas
pizzerías particulares. Sin embargo el Gobierno no permite que se venda
queso por la “Izquierda”. El mismo hay que comprarlo en la “Shopping” a
precios altos y debes salir con el vale en la mano si no la policía o
los inspectores te lo quitan en la calle.
Si en Cuba no hubiera
tantas estúpidas prohibiciones, Yunisleidis no tendría que arriesgarse
para vender su queso en la Capital.
Pero todo sigue igual o peor…. es la hora de partir, el marido la apura... los clientes en La Habana la están esperando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario