Ciudad de la Habana, Cuba. (HPRESS)- Directivos de la delegación del Partido Republicano de Cuba (PRC)
 -en el Municipio Habana Vieja-, detenidos por lanzar proclamas desde un
 edificio, se encuentran en el temible Departamento Técnico de 
Investigaciones (DTI), de 100 y Aldabó.
Nayllibis de la Caridad Corrales Jiménez, Josiel Guía Piloto y Yander Farres Delgado, todos miembros de la Dirección del PRC
 en la Habana Vieja, fueron detenidos por la Seguridad del Estado el 
pasado miércoles “, informa Deisis Ponce Arencibia, miembro del 
Movimiento Damas de Blanco.
Ponce, explicó:
“Ellos, se encontraban dentro de su 
casa; allí, han hecho una escuelita de Desobediencia Civil, y Josiel se 
paró en la puerta con una cámara fotográfica y comenzó a tomar imágenes 
del operativo policial que había sido desplegado desde la mañana, y en 
ese momento, un agente lo haló para afuera, y entre él y varios agentes 
más lo comenzaron a golpear. Ante este abuso manifiesto, los activistas 
que se encontraban dentro de la vivienda comenzaron a gritar consignas y
 a tirar proclamas; éstas, cayeron arriba de un camión cisterna, que 
cuando echó andar las esparció por la calle. Algunas de estas proclamas 
rodaron para dentro de una escuela primaria. Fue entonces cuando agentes
 de la Policía Nacional y la Seguridad del Estado irrumpieron 
violentamente en la casa, detuvieron también a Nayllibis y a Yander e 
iniciaron un registro que duró varias horas. Se lo llevaron todo. Sólo 
dejaron los libros de religión. Desde entonces Nayllibis, Josiel y 
Yander se encuentran bajo un proceso investigativo en 100 y Aldabó”.
Aseguran varios activistas de Derechos Humanos, que cada miércoles, un grupo de miembros del PRC
 intentan reunirse, en la Habana Vieja, para hablar de Derechos Humanos y
 desobediencia civil; pero, la policía monta operativos para impedir que
 otros opositores entren al local.
Seis meses y 8 días en 100 y Aldabó
Este reportero, pasó seis meses y 8 días
 en 100 y Aldabó, conocido nacionalmente así por la dirección donde se 
encuentra ubicado. Es un centro temible para la población cubana en 
general. El procedimiento que usan las autoridades allí, para obtener 
información, es la de mantener al detenido por un tiempo indeterminado 
en condiciones inestables, en las que se incluyen torturas físicas y 
psicológicas, como la de mantenerte en celdas tapiadas, de 3×2 metros, a
 más de 38 grados de calor, y luego llevarte -a cualquier hora-, a 
cuartos para interrogatorios, climatizados a temperaturas muy bajas, con
 la intención de que declares lo que sabes.
Los detenidos en 100 y Aldabó, son 
obligados a usar un short y una camisa sin mangas (traje de peloteros, 
como le llaman los detenidos a modo de burla). En esas condiciones, son 
llevados a los cuartos de interrogatorio donde el instructor espera, 
vestido con un buen traje verde olivo o abrigo, y en ocasiones, se burla
 diciendo: “¿tienes frío?, yo no tengo”.
Éstas, son formas de torturas que no 
dejan huellas físicas visibles, pero de allí, salí con cinco 
enfermedades, una de ellas, un enfisema pulmonar ocasionado por la 
humedad. Otros detenidos, que he visto luego en la calle, también me 
dicen que enfermaron; dos de ellos, Sebastián y Efraín, fallecieron por 
enfermedades pulmonares.
En mi caso, se me acusaba de desorden 
público; no tenía nada que declarar, pero igual me sacaban tres veces 
por día, para que mis torturadores -Águila, Jasón, José Carlos u otro 
instructor-, de la Sección 21, de Villa Marista entrenados para 
torturar, me vieran la cara y me torturaran.
Las visitas familiares -un día a la 
semana- son solo diez minutos, que se convierten en cinco. Eres vigilado
 todo el tiempo por uno o dos guardias y el instructor que permanece a 
tu lado. Está prohibido hablar sobre tu caso. Si comienzas hablar de las
 condiciones en que te mantienen en las celdas se termina la visita.
El pasillo de cada piso, que comunica 
las celdas con los cuartos de interrogatorio, da la imagen de las 
puertas de neveras en un frigorífico.
Las celdas en 100 y Aldabó, de 3×2, 
están diseñadas para sentir el olor constante del orine y el excremento;
 el calor es insoportable a cualquier hora del día. En invierno, casi no
 se puede dormir, porque las temperaturas son muy bajas. No te permiten 
tener colchas ni más de una enguatada. Estuve allí desde el 13 de julio 
del 2005 hasta el 20 de enero del 2006. Pasé verano e invierno allí. Y 
en mi cuerpo, tengo las marcas de las quemaduras del rose de la cama de 
hierro incrustada en la pared con cadenas. Nunca acepté colchón ni 
sábanas, sólo me acompañaba una muda de ropa blanca y una pequeña toalla
 que lavaba un día sí y uno no.
Allí, es mejor el calor que el frío. Por
 las noches me acostaba en el piso y echaba un poco de agua para 
refrescar el cuerpo y respirar un poco de aire más puro, por una pequeña
 abertura que había en la parte inferior de la puerta. Ésta, puede que 
haya sido una de las causas del enfisema, la tanta humedad y el humo del
 tabaco; porque las otras tres personas que siempre me acompañaban 
fumaban tabaco. ¡Demasiada casualidad!
El baño, es una taza turca; un hueco en 
el piso, y unos centímetros más arriba, en la pared, un tubo de donde 
sale agua en la mañana y luego en la tarde -unos 20 minutos- para ser 
utilizado por las cuatro personas confinadas allí.
Hice ocho huelgas de hambre para que me 
sacaran de allí. El 20 de enero, con 19 días sin comer, logré que me 
trasladaran a la cárcel Nieves Morejón en la provincia Santi Spíritu, a 
unos 470 kilómetros de la capital. Prefería estar lejos de mi familia 
que continuar viviendo dentro de aquel infierno. Entré pesando 75 
kilogramos y salí de allí con 52. Una criollita.
Pasé por trece celdas, desde el primer 
piso hasta el cuarto. Estuve en las celdas de castigo, varias veces, por
 reclamar mis derechos. Conocí a cientos de delincuentes, muy nombrados 
en las prisiones. También a muchos extranjeros y guardias que abusan 
contante mente de los detenidos.
Te privan del sol, cortan el agua antes 
de tiempo, te quedas enjabonado o pasan horas desde que pides un trozo 
de papel para ir al baño. Te afeitan con la misma cuchilla que afeitan a
 los demás. Borran tu identidad; te llaman por un número, el mío era el 
339.
Está prohibido leer, escribir o jugar. 
Pero los detenidos se arriesgan, inventan dados de jabón o masa pan y 
hacen tableros de ajedrez o parchís con pasta dental en las camas. 
Cuentan historias que solo sucedieron en sus mentes, pues las 24 horas 
del día sólo te sirven para dormir en el tiempo que no te llevan al 
cuarto de interrogatorios.
Pasas todo el tiempo incomunicado. Sólo 
escuchas el sonido de los pasos de los guardias por los pasillos, 
abriendo las puertas y llamando por números o el carro del desayuno, 
almuerzo y comida. Por una pequeña grieta que descubrí podía ver, en 
ocasiones, la marca SANYO de un aire acondicionado de las oficinas de 
los militares, y en ocasiones un gorrión bañándose en el polvo de un 
alero del edificio. Escenas que jamás olvido.
Conocí a más de 40 custodios de SEPSA 
que permanecieron meses allí, eran torturados contantemente para que 
declararan en contra de sus compañeros y delataran a los cabecillas del 
grupo que desviaban contenedores de artículos o los vaciaban en sus 
turnos de trabajo. También muchos choferes de rastras, cuando el plan 
cadena o Batalla de Ideas. A los presos del motín en el Combinado del 
Este, donde murieron guardias y reos; a Alexander y Maikel, uno de los 
asaltantes de la CADECA de 23 y L; a Rafael Pérez Vidal, un ciudadano 
mexicano que entró con dos kilos de cocaína en su cuerpo; a Vladimir, el
 hombre que asesinó a su padre y después se arrepintió y confesó; a los 
del caso carnicero….. Decenas de casos que no me alcanzaría la noche 
para describir.
Las torturas físicas y psicológicas por 
las que deben estar pasando Nayllibis de la Caridad, Josiel Guía y 
Yander Farres, en 100 y Aldabó, son terribles y no se las deseo a nadie.

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